Encontramos bacterias, virus, hongos, protozoos y hasta arqueas tapizando superficies como la piel, la boca, el tubo digestivo, la nariz, el aparato genitourinario, el oído y hasta el sistema respiratorio. Tal es la cantidad de ellos, que superan con creces el número de células propias de su huésped (entre 10 y 100 veces más), por lo que, hoy por hoy, se les considera un “órgano” más del cuerpo.
Tanto en el hombre como en perros y gatos, la colonización inicial de estos microorganismos ocurre durante el parto (aunque existen estudios, todavía controvertidos, en los que se han aislado bacterias en el líquido amniótico durante la gestación). Las poblaciones de bacterias intestinales, en esos primeros días de vida, varían notablemente debido a la lactancia. Se ha comprobado que es a través de la leche materna por donde se transmite, de forma más estable y eficaz, la flora a las crías o al bebé, siendo el primer factor de desarrollo microbiano (más que el parto natural).
Existen otros factores, además de la alimentación y la edad, que pueden alterar la microbiota y favorecer el crecimiento de microorganismos indeseables, generando así una disbiosis.Algunos de esos factores son:
- Los antibióticos y otros medicamentos como los quimioterápicos (de acuerdo a la investigación publicada por Microbiome).
- Un exceso de higiene.
- La genética del individuo.
- El stress (como demuestra el estudio de BMC Microbiology, entre otros).
- Hábitos (como la falta de ejercicio o ambientes con humo).
- Los contaminantes, tipo pesticidas y metales pesados (tal y como describe Sandrine P. Claus y colaboradores en su artículo sobre la importancia de la microbiota en la toxicidad por contaminantes ambientales).
¿Y qué repercusiones puede tener una flora dañada?:
Existen numerosos estudios que asocian las disbiosis a un sinfín de patologías. Para que te hagas una idea, se ha visto una fuerte relación de una flora intestinal alterada con:
- Enfermedades autoinmunes, como la rinitis y las atopias.
- Parkinson, Alzheimer y problemas de concentración y memoria.
- Autismo y déficit de atención.
- Depresión, ansiedad y stress.
- Síndrome del intestino irritable (IBS).
- Obesidad y diabetes (como refleja el artículo publicado en Lipids in Health and Disease).
- Ciertos tipos de cáncer.
Cuidar y recuperar la flora intestinal es esencial para la salud y el bienestar de nuestros perros y gatos (así como para el nuestro) ya que es una pieza clave del organismo, que realiza funciones vitales que nadie más lleva a cabo. Te resumimos algunas de ellas:
- Intervienen en el metabolismo de proteínas e hidratos de carbono (pudiendo tener un papel clave en el desarrollo de alergias e intolerancias al gluten, de tal manera que el CSIC patentó una cepa aislada con fines terapéuticos para la enfermedad celíaca).
- Fabrican ácidos grasos de cadena corta, que no sólo son el combustible de las células del intestino (los enterocitos) sino que controlan su crecimiento, regulan el pH intestinal, favorecen la absorción de ciertos oligoelementos y modulan la acción de la insulina.
- Sintetizan vitaminas (K y del grupo B).
- Ayudan a metabolizar el colesterol.
- Producen sustancias antimicrobianas y antibióticas para luchar contra bacterias invasoras.
- Ocupan los lugares de posible adhesión de las bacterias patógenas y compiten por los mismos nutrientes (evitando su proliferación).
- Controlan la permeabilidad intestinal (mejorando las uniones entre las células para evitar que toxinas o bacterias indeseables traspasen esa barrera y provoquen una respuesta inmune exagerada).
- Contribuyen a la importante maduración del sistema inmune tras el nacimiento (como explica el artículo publicado en Nature).
- Regulan la respuesta alérgica a los alimentos (lo que supone una mayor tolerancia alimentaria).
- Controlan la respuesta inmune tanto local (en el digestivo) como sistémica (en el resto del cuerpo).
- Acción antitumoral (como resume el ensayo de Laurence Zitvogel y colaboradores).
Función reguladora del sistema nervioso:
- El intestino está tapizado por millones de células nerviosas y es, asimismo, donde se fabrica el 95% de la serotonina (que regula las emociones) y el 50 % de la dopamina (que interviene en el aprendizaje, la memoria y el sistema de recompensa).
- Se ha comprobado que la microbiota influye en el sistema nervioso central alterando la secreción de neurotransmisores y moduladores.
- Hay estudios que demuestran el poder de la flora intestinal en la química cerebral y en ciertos trastornos neuropsiquiátricos (como los estudios de Esther e. Frölich y colaboradores y de Yan Wang y Lloyd H. Kasper); así como los beneficios de ciertos probióticos (llamados psicobióticos) en el tratamiento de algunos de esos trastornos.
- Incluso existen investigadores que proponen una posible manipulación de nuestros hábitos y preferencias alimentarias, por parte de la microbiota, para conseguir los nutrientes que necesitan para seguir creciendo y ser la población dominante.
- Evitar dietas ricas en grasa y azúcares (ya que este tipo de nutrientes afectan negativamente a la flora y la barrera intestinal y predisponen a estados de stress y depresión, tal y como resume el artículo de Jane A. Foster y colaboradores).
- Consumir agua mineral o filtrada, siempre que sea posible (para evitar una ingestión prolongada de cloro).
- Ofrecer alimentos ricos en prebióticos y probióticos.
- Hacer ejercicio regularmente (ya que existe una relación entre la actividad física, la obesidad y el tipo de flora).
- Minimizar las situaciones de stress.
- Emplear antibióticos únicamente recetados por un profesional (cumpliendo la duración del tratamiento para evitar resistencias) y suplementar con un adecuado probiótico al finalizar, para restaurar la flora.
- Favorecer la lactancia materna (lo que implica realizar un destete gradual en nuestros perros y gatos, para finalizar la lactación con 2 meses de edad aproximadamente).
- Ofrecer alimentos, cuando sea posible, con baja carga de contaminantes ambientales (de agricultura y ganadería controlada).
- Ofrecer alimentos ricos en omega 3 (por su efecto prebiótico y antiinflamatorio) y en L-Glutamina (un aminoácido que cuida de la mucosa intestinal y la microbiota).
- Buscar alimentos naturales sin conservantes artificiales que puedan alterar el ecosistema intestinal (todavía no se tiene claro el impacto real de los conservantes en la flora intestinal pero ya hay alguna investigación al respecto).